jueves, 12 de enero de 2017

CUARENTA Y UNO



Despierto en esta segunda semana del dos mil diez y siete con Luna acurrucada en mi pecho, en una Managua a veinte y tres grados en el cuarto que me conoció en días universitarios. Me levanto de un valiente catre que nos contiene a ambos contra toda lógica de espacio. Salgo a ese comedor que me miró tantas veces dormido mientras mi madre hacía lo posible para lograr que desayunara antes de irme al colegio. El mismo comedor, ahora inundado por toda suerte de artilugios de mi padre.

Mi padre ya está en la terraza sintonizando la radio que nos conecta con voces que claman por un país distinto. Se escuchan voces enojadas, voces cansadas. Las voces encarnan los mismos argumentos y contra argumentos que vengo escuchando desde siempre, de un bando o de otro.

Mi padre me mira con sus ojos de sesenta y nueve años que ya casi alcanza los setenta. Pero esa chispa en sus ojos no es la de un septuagenario. Tiene el brillo de un niño, si acaso de un joven que juega basquetbol en el colegio mientras sueña con ser arquitecto como los de antes, esos que soñaron una Managua Decó, con esculturas de Edith Gron.

Cuando miro a mi padre me siento niño, adolescente, joven. Debe ser la costumbre de ser su único hijo.  A veces me dice hermano y pega los recortes de algún premio o publicación mía en esa pared donde están sus dibujos de mi madre, de mi hijo mayor Ernesto, de Luna, de mí, de él mismo. Saber que goza con mis logros me hace sentir su hijo, así... sin edad.

Abrazo a mi padre y pienso que se sentirá tener un hijo que cumplirá cuarenta y uno este sábado. Un hijo que ama intensamente a Carolina, su pareja, con quien teje wonderland a diario; un hijo que ama a Ernesto y Luna, buscando ser mejor papá; un hijo que teje una vida nueva, llena de posibilidades. 

Mi padre me sonríe, sé que está contento con el hombre en que me he convertido. Yo sé que mi camino aún tiene mucho horizonte, pero yo también estoy contento con este hombre que soy. 


Alberto Sánchez Argüello
Managua 12 Enero 2017

-Imagen: Van Gogh's Bedroom

jueves, 14 de enero de 2016

LOS 40



Alcanzar los cuarenta en el año que promete un “niño” que afectará el clima mundial como nunca, elecciones nacionales y una crisis global de migrantes a una escala que recuerda la película Children of men.  

Son cuatro décadas, catorce mil seiscientas puestas de sol, treinta y nueve millones cuatrocientos veinte mil latidos del corazón…  Tanto esfuerzo y energía para que este cuerpo se siga despertando y gastando el oxígeno que todavía nos llega gratis desde una atmósfera más que maltratada.

Normalmente no sabemos a qué venimos a este mundo. No es mi caso. Mi madre sabía perfectamente lo que estaba haciendo cuando hizo caso omiso al doctor que le recomendó esperar para tener otro hijo, al menos un par de años.  La señora se puso manos a la obra y en menos de un año me tenía entre sus brazos, a mí, el sustituto de un hermano mayor que nunca conocí.

Desde entonces mi madre siempre me celebró cada pequeña victoria, cada mínimo logro, mientras mi padre hacía lo posible por mantener mi ego a raya. A mí me tocaría descubrir la vida de un hijo único de la clase media, en medio de una revolución de la que me llegaban ecos lejanos en forma de muñequitos del pueblo y un himno que prometía un futuro de leche y miel.

Si veo para atrás me pienso como un testigo silencioso de una época de cambios: una revolución, la guerra fría, la caída del muro de Berlín, las elecciones del noventa, las políticas de compactación, el gobernar desde abajo, las huelgas de transporte, mil y un fraudes electorales, la caída de las torres gemelas.

En lo personal he transitado del romanticismo idealista, al cinismo, del catolicismo conservador al ateísmo más llano, de psicólogo a una especie de consultor multi tarea. Me he reinventado un par de veces, tratando de sanar heridas e impulsarme a ser mejor persona, con un éxito más bien modesto.

Alcanzo los cuarenta con la terquedad de seguir siendo ese niño de clase media que pasaba todo el día creando desde el dibujo y la escritura para exorcizar el aburrimiento y la soledad. Alcanzo los cuarenta con un hijo de catorce y una hija de cinco que diariamente me dejan claro que es muy poco lo que sé. Alcanzo los cuarenta con el mejor padre y el mejor amigo de la infancia que uno podría desear.

Alcanzo los cuarenta sin metas mesiánicas, sin ideales glamurosos, sin grandes conocimientos. Sólo la necesidad de seguir creando, seguir aprendiendo y no cagarla, o al menos cagarlo menos.
A seguir caminando.

Alberto Sánchez Argüello

Managua 14 de enero 2016

jueves, 31 de diciembre de 2015

DEJARLOS IR, DEJARME IR



Pocos días antes de navidad visité a mi padre. Después del abrazo de rigor y recorrer algún tema intrascendente, me dijo que quería hablarme de su muerte. ¿Qué haces vos si yo me muero? ¿Qué harías con mi cadáver? me preguntó a quemarropa. A mí se me secaron las palabras y él con ese tono pragmático que lo caracteriza, enumeró todos los detalles a tener en consideración, incluyendo por supuesto la mejor forma de entrar a su cuarto en caso de morir soñando, o alguna circunstancia similar.

Yo trato de mantener la muerte a raya, aunque en mi adolescencia la invocase constantemente, como una especie de calmante ante una vida que me resultaba insoportable. He hecho lo posible por evitar velas y funerales. Cuando aparezco en alguno es con mucho esfuerzo y por poco tiempo. Perdí la ocasión que tuve para despedirme de mi madre: permanecí oculto en el baño de su cuarto, mientras ella dormía un sueño comatoso.

Temo perder a las personas que amo, que al final es temer a la soledad, ese estado que viví intensamente durante mi niñez y adolescencia. Ahora temo morir, los cuarenta años que me aguardan en enero, me recuerdan que mis hijos crecen y yo envejezco, sin saber cuando dejaré de estar para ellos.

Pensar en esto me hace dudar sobre los caminos que he elegido. Me pregunto si no debí haber tomado la ruta de una empresa propia o un empleo fijo en un banco, un laboratorio nacional, una universidad, una oenege y tantos otros lugares que en su momento me ofrecieron llegar a viejo en sus entrañas. Al final dejé vivir a ese niño que escribía cuentos a la salida de la escuela, dibujaba por las tardes en el comedor de su casa, inventaba juegos de mesa, se disfrazaba para sus padres, creaba guiones para veladas de títeres y creaba estatuas con plastilina y diversos objetos. “Algún día tendrás que especializarte” me decía mi amado jefe y maestro Carlos Comas, pero no le hice caso.

Mi padre tiene sesenta y ocho, mi hija menor cinco y yo cumpliré cuarenta. Nuestros relojes biológicos marcan tiempos distintos. Yo veo luz en él y en ella, así como veo luz en mi hijo mayor y en mi compañera y en mi mejor amigo y hermano de toda la vida. Pero debo dejarlos ir y dejarme ir a mí mismo. Esta es la tarea que me llevo para el dos mil diez y seis, al final la vida está hecha de momentos, y la muerte es uno de ellos.

Alberto Sánchez Argüello

Managua 31 diciembre 2015

Aprovecho para dejarles EL PATO Y LA MUERTE de WOLF ERLBRUCH


martes, 10 de noviembre de 2015

JAMES BOND Y YO




La casa de mis padres, una especie de cabaña de madera de pochote que mi padre diseñó, está preñada de libros desde que la recuerdo. Eso explica que me aficionara a ellos aún antes de saber leer, jugando a ordenarlos y organizarlos en una biblioteca imaginaria fragmentada y polvosa.

Fue así como llegué a dar con los libros de Ian Fleming. Uno a uno fueron apareciendo en aquel caos de polvo añejo. Casino Royale, From Russia with love, Live and let die, Goldfinger, The man with the golden gun, Moonraker, Thunderball. Pasarían años para que los llegara a leer, motivado –lo confieso- por las portadas vintage de mujeres de largos cabellos.

Me atraparon totalmente. En cosa de meses me leí todos los que estaban en español, y luego con lentitud casi todos los que estaban en inglés. Mi yo adolecente disfrutó a Bond como si fuese una especie de Sherlok Holmes en anfetaminas: misterios por resolver, lugares exóticos, villanos carismáticos y acciones de superhombre.

En sincronía con las lecturas, me aficioné a las películas, comenzando con las clásicas de Sean Connery, para pasar luego a Roger Moore, Pierce Brosnan y ahora Daniel Craig.

¿Daniel Craig? Si, aún le sigo la pista a las películas de Bond. Por eso me lancé Spectre, sentado entre una multitud en una de las salas de Cinemark. Me lancé la misma historia increíble del espía británico que se niega a sangrar a pesar de las terribles golpizas que le propina un heredero de Oddjob; me lancé las ya esperadas secuencias de persecución a alta velocidad por tierra, aire y agua; me lancé al villano que en vez de matar a Bond en la primera oportunidad, da inmensos rodeos; me lancé los embates sexuales de un Bond que hace palidecer los comerciales más salvajes de Axe; y por supuesto me lancé el clásico rescate de la mujer en peligro y la redención final del espía.

Al final James es una más de esas mil caras del héroe de Joseph Campbell, el arquetipo heroico que se debe enfrentar a monstruos y retos extremos para salvar a la princesa / salvar al reino / redimirse / siguiendo un camino tortuoso en el que casi muere y logra su cometido. Pero a diferencia de tantos otros héroes, James no cambia, logra sus misiones pero nada cambia en su interior, no crece, no madura.

¿Entonces por qué diablos me sigue gustando James Bond?

Puedo imaginar que está conectado con un tiempo de mi vida muy estresante, en el que me permitió fugarme a un mundo de ficción en el que un hombre sin mayores emociones lograba superarlo todo y salir victorioso, un mundo mucho más entretenido que la secundaria del nicaragüense francés…

Y eso de que James no cambie, es también un tema de la película Spectre, donde al final se defiende el programa de los 00 por encima de la lógica de los burócratas con sus drones y sistemas de vigilancia “una licencia para matar es también una licencia para no matar” En el fondo nos venden una nostalgia por los tiempos de la guerra fría, cuando matar cuerpo a cuerpo era más honorable –dicen ellos-…

Pero la gente de la sala también se da cuenta –en algún nivel- de que James no cambia y ríen cuando miran a Bond acosar a Monica Belluci, en un acto que tiene todo el tinte de una violación o relación forzada –un señor a mi lado me volteó a ver durante la escena, con una expresión tipo “sólo él sabe que eso puede pasar”-

Spectre se mantiene vigente con el tema del terrorismo internacional e incluso nos muestra la posibilidad de que el mundo de los villanos y el de los funcionarios de nuestras burocracias mundiales, bailen juntos por el control mundial. Pero claro, ¿qué pueden hacer todos ellos contra un solo hombre, capaz de matarlos a todos con una beretta y unas cuantas balas?

Si, James Bond no cambia, aunque los actores si, y en otra confesión diré que me gustan Craig y Ben Whishaw, si lo sé, así de variados son mis gustos…

El adolescente que aún sobrevive debajo de esta piel de treinta y nueve años, sigue disfrutando a los hijos de Fleming, aunque esta mente adulta cada vez encuentra más desgastado al héroe y más agujeros en las narrativas.

Alberto Sánchez Argüello

Managua 10 noviembre 2015

jueves, 2 de julio de 2015

PERIODISMO CULTURAL Y TECNOLOGÍA


Por ahí me llegó una invitación de Mario Vaquez de Telefonica de Nicaragua para una conferencia de Periodismo cultural y tecnología de Oscar Gómez periodista de El correo de Andalucía. La actividad resultó en perfecta sincronía con el evento del Social Media Day Nicaragua #smdnic donde -entre muchos otros temas- tuvimos un panel sobre social media y comunicación junto a Nestor Arce, Joshy Castillo, Gaby Castro y Yisel Zambrana (por acá una reseña: http://www.confidencial.com.ni/articulo/22151/el-conclave-de-los-nuevos-medios-en-nicaragua )


Allá por el 2011 investigadores de Ericsson ConsumerLab  desarrollaron una encuesta de 18 meses para ver cuántos usuarios chequeaban sus iPhones –y otros smartphones– antes de levantarse. Ésta reveló que el 35% de los usuarios de Android y Apple revisaban sus dispositivos desde la cama. Las aplicaciones que mas consultaban eran aquellas relacionadas a las redes sociales y al microblogging como Facebook y Twitter.

Esto fue el punto de inicio de Oscar para situarnos en el porque el periodismo clásico bien podía considerar el auge de internet y las redes sociales como una amenaza para su status quo -o bajo otra lectura una violenta motivación para el cambio-


Esta nueva realidad de flujos rápidos han impactado la lógica de publicación y divulgación de las noticias: si la gente busca alimentarse de sus newfeeds a primera hora es lógico que las tropas de comunicadores busquen desesperadamente cazar noticias hasta el último segundo previo al despertar de las ciudades. 



Oscar nos decía que él se encuentra actualmente desarrollando un proceso de cambio a lo interno de El correo de Andalucía, cambio que busca responder a las voces digitales de nuestros tiempos, tratando de construir una forma de hacer periodismo y comunicar que se acerque a las nuevas generaciones, partiendo de algunos principios básicos como la necesidad de ofrecer primicias en tiempo real -sin perder de vista la verificación y contraste- desde los entornos digitales de difusión, y desarrollando en papel historias a partir de los datos y noticias, algo así como versiones extendidas y narrativas para el público que aún consume papel.




Obviamente existen otros puntos de vista :) y no podemos tomar las palabras de Oscar como una realidad totalizante, aunque sí pueden dar buenas pistas para hacer nuestras propias exploraciones.



Cuando Oscar dijo eso yo imaginé a muchos amigos y amigas que bien podrían haber empezado a prender sus antorchas y empuñado algún rastrillo. Pero el público presente lo tomó mas bien con curiosidad. Yo sólo pensaba en las veces que he escuchado "periodismo ciudadano" en boca de comunicadores de radio y televisión. ¿No existe?



Aclarado el asunto me acordé de los principales tópicos que tocamos en el panel de comunicadorxs del #smdnic uno de ellos fue precisamente la necesidad que existe de contrastar la información, pero también esa fusión que existe ahora entre fuente y observador. Hoy en día cualquier persona con un smartphone puede registrar y divulgar desde lo que cena todos los días, hasta un atentado terrorista en una playa tunecina.


Eso nos llevó inevitablemente al tema de los y las influencers. Esta oportunidad que nos brinda la tecnología combinada de internet+smartphone+conectividad nos puede llevar a la posibilidad de convertirnos en canales nosotros mismos(as), obviamente apoyados en un desarrollo progresivo de nuestras competencias digitales y una gestión exitosa de nuestra identidad digital.


¿Si estas nuevas tecnologías permiten que prácticamente cualquier ciudadano y ciudadana publique sus registros de la realidad, qué le queda por hacer al(la) periodista? Aquí es donde -de acuerdo a Gómez- entra el periodista y la periodista 2.0 a construir la diferencia desde la edición y la creatividad, agregando el plus a la noticia de la infografía, los mapas, las gráficas, los efectos y la calidad. Yo agregaría que mucha gente puede informar, pero no todos pueden narrar.



Y por supuesto, el tema no es combatir a los ciudadanos y ciudadanas que se mueven por el mundo armados con sus dispositivos de registro, sino más bien incluirles en el proceso de construcción colectiva de la información y la comunicación. 

Buena ideas para construir una realidad distinta entre todos y todas... sigamos tejiendo.


Alberto Sánchez Argüello



lunes, 13 de abril de 2015

DE REGRESO A TU ASTEROIDE HERMANO



Iniciaba el año escolar de mil novecientos noventa y ocho cuando Jorge tocó a la puerta de mi oficina. Otro chavalo más que se suma a la moda de ir a hablar con el psicólogo pensé. Era inútil que les explicara que yo sólo atendía primaria y que ellos podían buscar a mi colega, mejor acreditada para atender a los estudiantes de secundaria del nicaragüense francés y con más experiencia que la que poca práctica clínica que mis veinte dos años me permitían.

Era inútil porque ellos sólo querían conversar, sentarse en la silla metálica y dejar caer sus pies encima de mi mesa. Que fue exactamente lo que hizo Jorge mientras me miraba con esos ojos alucinantes que parecían querer devorar el universo y sus alrededores. Él quería saberlo todo, hablar de todo, parecía increíble que tanta energía pudiese habitar un cuerpo tan espigado.

Un par de años, después de haber renunciado para dedicarme a unos estudios de posgrado y vuelto a trabajar otra vez en la escuela, esta vez como psicólogo de todos los niveles, me lo volví a encontrar, como parte de una generación de jóvenes excepcionales, brillantes, llenos de vitalidad y de una especie de formalidad que me parecía tan extraña al compararla con mi forma caótica de hacer las cosas.

Pasaría mucho tiempo antes de volver a ver a Jorge, para entonces yo estaba de docente en la Universidad Centroamericana y me topé en la televisión con un rostro familiar. Para mis adentros pensé: ¿y qué hace ese chavalo del colegio hablando de defensa del consumidor? Pero claro, ya no era sólo Jorge, ahora era Jorge Rooseess.

Desde entonces no le perdí la pista y volvimos a encontrarnos muchas veces, igual que aquella primera vez en la oficina del psicólogo del colegio Nicaragüense Francés: queriendo hablar de todo, queriendo saber de todo.

Él decía que yo era su psicólogo, para mí era más como un hermano menor, alguien a quien has visto crecer, con una energía única, ansioso por comerse al mundo, mientras te preocupas si no irá demasiado rápido, un hermano al que tratas de aconsejar y que a pesar del enorme respeto que te tiene, en el fondo sabes que da igual, que vivirá su vida a su ritmo porque esa es su naturaleza.

Aún no sé cómo reaccionar ante la muerte, olvidaron programarme con las instrucciones correctas. Peor si es alguien tan joven, tan infectado por la vida que lo imaginaba inmortal… pero como es sabido nadie es inmortal.


Así que sólo quiero imaginar que Jorge ha regresado a su asteroide, ahí donde podrá seguir conversando sobre el principito y la rosa, para siempre.


Alberto Sánchez Argüello
Managua Nicaragua 13 Abril 2015

martes, 30 de diciembre de 2014

NUESTRO REALISMO NAIVE



Todos sufrimos de “realismo naïve”, creemos que percibimos la realidad tal cual es, lo que nos  convierte en observadores objetivos, conocedores de la verdad. Nada más falso: no somos más que filtros de la realidad, receptores llenos de prejuicios y creencias.

Pero igual seguimos pensando que vemos las cosas como son y nos construimos narraciones de eso que está allá afuera, explicando el universo, nuestra propia epopeya del mundo en el que vivimos, ya sea que nos veamos a nosotros mismos como héroes o fracasados.

Yo inicié mi historia como un fracasado: me miraba como un cuerpo débil sin belleza, ocupado por una mente oscura incapaz de socializar.  Me tomó diez años transformar esa percepción, y varias personas me ayudaron a cambiarla. Entonces escribí otra historia de mi mismo, que comenzaba con la lectura de los diálogos socráticos, el momento de mi adolescencia en que me visualicé como una especie de vengador ético de la verdad –sin tener una jodida idea de que verdad era esa- y me convertí por muchos años en un aprendiz en busca de maestro, hasta que lo encontré y mi historia épica de ser "el elegido" dio inicio…

Diez y seis años después, me toca volver a escribir mi historia, me toca darme cuenta que todos sufrimos de “realismo naïve”, que es muy romántico buscar maestros perfectos que reciten el zen bebiendo el té, que amen la tierra y prediquen el amor. Que debo aceptar que mi mago de Oz era otro sujeto calvo que movía maquinarias y hacía trucos espectaculares, pero que no era más que un ser humano lleno de temores y ambiciones, como todos, como yo.

Ayer se me cayó el paraíso de mi epopeya, un lugar mágico, el santuario escondido donde mi antiguo maestro velaba por el universo. Ya no existe… y me hace preguntarme si algún día existió, si al final no era más que un cuento que me contaron, un cuento que quise creer, porque en el fondo quería ser engañado, tener la fantasía de que otro mundo es posible y que los maestros perfectos existen…

Nada más peligroso que nuestra propia ingenuidad, bien podría haber sido el seguidor de un sujeto con ansias de poder militar, de un líder político, religioso… o quien sabe que otro tipo de monstruos podrían haberme seducido a comprometerme con ellos, y yo gustoso lo habría hecho...

Es triste saber que uno puede creer ser llamado por la luz, cuando en realidad has estado viviendo en la oscuridad.

Cierro este año con una de las mayores decepciones de mi vida, pero agradezco que sea así, porque eso me permite valorar a los seres humanos que caminan a mi lado, sin pretensiones, sin llamarse maestros ni maestras, simplemente escribiendo historias ordinarias llenas de generosidad y de luz.

Por ellos y por ellas creo en la humanidad.

Ahora el único santuario que me queda es este: mis pensamientos.

Gracias por compartir este año, gracias por leer.


Alberto Sánchez Argüello
Managua 30 Diciembre 2014

Imagen: detalle del grito me Munch