martes, 30 de diciembre de 2014

NUESTRO REALISMO NAIVE



Todos sufrimos de “realismo naïve”, creemos que percibimos la realidad tal cual es, lo que nos  convierte en observadores objetivos, conocedores de la verdad. Nada más falso: no somos más que filtros de la realidad, receptores llenos de prejuicios y creencias.

Pero igual seguimos pensando que vemos las cosas como son y nos construimos narraciones de eso que está allá afuera, explicando el universo, nuestra propia epopeya del mundo en el que vivimos, ya sea que nos veamos a nosotros mismos como héroes o fracasados.

Yo inicié mi historia como un fracasado: me miraba como un cuerpo débil sin belleza, ocupado por una mente oscura incapaz de socializar.  Me tomó diez años transformar esa percepción, y varias personas me ayudaron a cambiarla. Entonces escribí otra historia de mi mismo, que comenzaba con la lectura de los diálogos socráticos, el momento de mi adolescencia en que me visualicé como una especie de vengador ético de la verdad –sin tener una jodida idea de que verdad era esa- y me convertí por muchos años en un aprendiz en busca de maestro, hasta que lo encontré y mi historia épica de ser "el elegido" dio inicio…

Diez y seis años después, me toca volver a escribir mi historia, me toca darme cuenta que todos sufrimos de “realismo naïve”, que es muy romántico buscar maestros perfectos que reciten el zen bebiendo el té, que amen la tierra y prediquen el amor. Que debo aceptar que mi mago de Oz era otro sujeto calvo que movía maquinarias y hacía trucos espectaculares, pero que no era más que un ser humano lleno de temores y ambiciones, como todos, como yo.

Ayer se me cayó el paraíso de mi epopeya, un lugar mágico, el santuario escondido donde mi antiguo maestro velaba por el universo. Ya no existe… y me hace preguntarme si algún día existió, si al final no era más que un cuento que me contaron, un cuento que quise creer, porque en el fondo quería ser engañado, tener la fantasía de que otro mundo es posible y que los maestros perfectos existen…

Nada más peligroso que nuestra propia ingenuidad, bien podría haber sido el seguidor de un sujeto con ansias de poder militar, de un líder político, religioso… o quien sabe que otro tipo de monstruos podrían haberme seducido a comprometerme con ellos, y yo gustoso lo habría hecho...

Es triste saber que uno puede creer ser llamado por la luz, cuando en realidad has estado viviendo en la oscuridad.

Cierro este año con una de las mayores decepciones de mi vida, pero agradezco que sea así, porque eso me permite valorar a los seres humanos que caminan a mi lado, sin pretensiones, sin llamarse maestros ni maestras, simplemente escribiendo historias ordinarias llenas de generosidad y de luz.

Por ellos y por ellas creo en la humanidad.

Ahora el único santuario que me queda es este: mis pensamientos.

Gracias por compartir este año, gracias por leer.


Alberto Sánchez Argüello
Managua 30 Diciembre 2014

Imagen: detalle del grito me Munch

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