Mi gran incógnita es: Si el acoso sexual
es tan generalizado en todas las universidades del país ¿por qué nunca ha
habido denuncias? Si son hombres y mujeres universitarias ¿qué les cuesta ir a
la comisaría, al CENIDH dónde sea? Digo, si sos una persona sin educación, sin
conocimiento de tus derechos, es lógico que pasés años sufriendo acoso o
violencia. ¿Pero universitarios? ¿Estudiantes de comunicación? Si yo fuera
acosado por alguien al día siguiente me armaría de grabadoras, o cámaras o algo
así o armaría escándalo inmediatamente. O como dicen por ahí que la mayor parte
de los casos es compra-venta de calificaciones-favores sexuales. Es un tema
súper serio. Y preocupante.
Tomado del muro de Facebook de JM
El 10 de diciembre Angélica Fajardo Díaz,
estudiante egresada de Comunicación social de la Universidad Centroamericana
publicó “Debacle de comunicación social” en la sección Reporte ciudadano del
Confidencial.
El texto en cuestión, que hace denuncias graves sobre acoso sexual
y restricción a la libertad de expresión entre otros, ha generado debates en
las redes sociales. De entre ellos, el
que generó un comentario de JM –citado más arriba- me parece hasta el momento
el más interesante.
El debate del muro de facebook de JM, es un hilo de conversación
que habla de lo difícil que es hacer una denuncia sobre acoso en “un país
machista, y donde las leyes están en pañales” y de que “en la sociedad nica
todos quieren los derechos pero nadie está dispuesto a fajarse por ellos”
Una frase popular dice que las opiniones son como los culos: todos
tenemos uno. Sin embargo, como bien señala JM, este tema es súper serio y
preocupante y es necesario al menos sacarlo a la luz, hablar de ello, y esto
pasa por reconocer que es un tema tabú, lleno de mitos.
Toda sociedad está llena de mitos, que son al final supuestos y
creencias que hemos construido sobre la realidad y el comportamiento de los y
las demás. Los mitos a su vez se ven reforzados por nuestra tendencia a
simplificar las cosas, utilizando la selección perceptiva, es decir, que
escogemos aquellos datos de la realidad que confirman nuestras creencias
previas. Luego se nos dificulta asumir otras perspectivas que no sean las
nuestras y menos aún percatarnos de que una buena parte de las cosas que
“sabemos” y pensamos provienen de nuestra crianza, marcos educativos y la
cultura de la que somos parte.
El acoso, el abuso y la violación, son parte de las conductas
violentas que habitan la epidermis de nuestra sociedad; acompañadas del silencio,
la obediencia y la represión han convivido con nosotros y nosotras desde que
Nicaragua fue fundada en las espaldas de sus habitantes originales.
Desde los cacicazgos, pasando por la encomienda, la finca y el llamado
Estado nación, hemos construido una cultura patriarcal que usa y abusa del
poder, replicando su modelo en la esfera pública y en la privada, en la casa y
en el trabajo, en los centros educativos y en las instituciones públicas.
El silencio, la obediencia, el respeto, la vergüenza y el miedo
son transmitidos como una enfermedad de generación en generación, con algunas
nobles excepciones. Y como bien señalaba el hilo del debate de facebook: “(…) no
es una cuestión de educación. Es cuestión de miedo y de muchas cosas más”
Tanto en el campo como en la ciudad; en el atlántico como en el
pacífico; en familias que viven a la orilla del lago en casas de plástico negro
y cartón como en familias que viven en residenciales con aire acondicionado y
guardas de seguridad, prima la cultura de callar el acoso, de callar el abuso,
de callar las violaciones.
Y esto lamentablemente, con la complicidad de policías,
magistrados, magistradas, diputados, diputadas, políticos, presidentes,
expresidentes, ministros, ministras, sacerdotes, monjas, maestros, maestras,
catedráticos, catedráticas, empresarios, empresarias, obreros, obreras, padres,
madres, hermanos, hermanas… porque al final todos y todas somos hijos e hijas
de esta cultura.
Angélica Fajardo Díaz ha hecho su denuncia, la Universidad
Centroamericana respondió públicamente que habían recibido la misma (antes de
la publicación del texto) y que están actualmente investigando el caso.
El debate en las redes sociales empieza a diluirse, como siempre
ocurre. Pronto un nuevo tema se hará viral y olvidaremos el tema, alguno o
alguna dará seguimiento, talvez. Pero eso no hace menos real la violencia
cotidiana que habita tras las puertas y paredes de este país. Así que al menos
hagamos un esfuerzo por cuestionar nuestras perspectivas, por no simplificar la
realidad… y sobre todo, sintámonos incómodos y hagamos a otros y otras sentirse
incómodos, que callar y olvidar deje de ser un rasgo que heredemos a nuestros
descendientes.
Heredemos la fuerza de la palabra, heredemos el fin del silencio.
Alberto Sánchez Argüello
Managua 13 Diciembre 2013Imagen: El grito de Munch (detalle)
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