lunes, 8 de julio de 2013

MI PSIQUIATRA

En esta vida post moderna el tiempo no nos da para muchas cosas, a uno le toca escoger. Se trata muchas veces de la competencia entre el trabajo, el hogar, la diversión y el auto cuidado. Si además uno es poco organizado aquello se vuelve una labor imposible. De mi parte vivo como el tipo del circo que se la pasa todo el rato estresando al público haciendo maromas con platos, dándole vuelta a uno cuando está a punto de caerse para tener que correr hacia el otro que ya perdió velocidad. Es cuestión pues de la inercia que imprimimos a las cosas y atención que toca repartir.

En mi caso siempre sale perdiendo la salud, tanto física como mental. Voy por la vida igual que un auto viejo al que nunca chequeo ni el agua ni los líquidos, y lo mismo pasa con mis miedos y neurosis. Pero como siempre resuelvo, aunque sea a punta de parches, encontré maneras de esquivar esto de la falta de tiempo. Para el cuerpo he acabado por hacer mal uso de la Internet buscando mis síntomas para aliviar las dudas y para la mente me había contratado un psiquiatra imaginario.

En algún punto de mi cerebro, entre el hemisferio izquierdo y derecho, le habilité una oficina y lo amueblé en el estilo clásico freudiano. Negociamos un contrato exclusivo sin tiempo definido y marcamos una hora imaginaria a la semana. Obviamente yo fallaba muchas veces, pero cuando acertaba a cumplir con la cita el psiquiatra hacía maravillas. Comenzamos con mis problemas de autoestima arrastrados de la secundaria, para pasar luego a temas más gruesos como mis preocupaciones por el calentamiento global, el deshielo de los polos, los terremotos, las maras centroamericanas y mi mala administración del dinero.

Luego empecé a compartir mis temores más cotidianos. Le pregunté si creía que la policía estaba implicada en la golpiza brutal a los chavalos y chavalas de OcupaINSS, que si sería cierto que la deportación del compañero de vida de Zoilamérica Narváez era una venganza de la primera dama, que si el proyecto del canal con una empresa China era una estafa, o que si existen intereses del partido de gobierno en la tala de Bosawás…

El psiquiatra siempre me calmaba, apelaba a mis tendencias conspiranoicas, me recomendaba tomar en cuenta otras fuentes (como los medios de comunicación afines al gobierno) y me daba un chocolate imaginario.

Hace un par de semanas llegué puntual a la cita y me encontré un rótulo en la puerta del consultorio que ponía “Cerrado por exceso de realidad”   Yo me aterré, porque recién empezaba a juntar todas las preguntas que había estado formulando y se me había dibujado un cuadro de mi país que me ponía la piel de gallina; así que me tocó tomar una bolsa de papel y pasar algunos días respirando dentro de ella mientras contaba hasta diez.


Ahora me toca enfrentar solo los miedos que me produce mi país. Por las calles veo a las demás personas tan tranquilas, quisiera saber si se hacen preguntas, si tienen miedo, quisiera saber si tienen un psiquiatra imaginario que les ayuda a calmarse con chocolates… 

Alberto Sánchez Argüello
8 Julio 2013

Imagen: internet

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