En
Mayo de este año fui invitado al II Encuentro centroamericano de Narradores “Centroamérica
cuenta”, con el propósito de moderar la mesa “El niño dentro” con la
participación de Melany Taylor de Panamá, Rosa Beltrán de México y Sebastién
Rutés de Francia.
La
idea era discutir cuáles fueron las
lecturas de nuestra infancia y de qué manera influyeron o no en nuestro proceso
creativo. La experiencia fue enriquecedora para mí, escuchando a estas personas
de distintas latitudes y estilos hablando de su niñez, una madre que al hablar
evocaba imágenes y metáforas lingüísticas en su hija –futura escritora- otra
que de niña la había marcado escuchar en una biblioteca pública la narración
oral de la reina de las nieves, o bien la posibilidad de escoger entre un menú
basto de lecturas de aventuras y misterio con autores como Stevenson o Verne.
Al
final yo saqué en claro que tuvimos la fortuna de contar con cierta libertad y condiciones
que nos permitieron gozar de ella, de imaginar, de interpretar el mundo, de
narrarnos a nosotros y nosotras mismas la realidad.
Desde
esa libertad es que yo escribo textos infantiles, aunque en realidad no pienso
en el niño o la niña que leerá o escuchará mi narración. Pienso en el personaje, en su mirada del mundo, en el universo que se puede leer a
través de sus ojos. Imagino entonces un alter-ego, ese otro yo, niña, niño o cualquier
ser que también soy yo.
Me
muevo entonces con la libertad de ser de muchas maneras cuando escribo, algo
que no se puede conseguir si uno está muy aferrado a sí mismo, peor si uno se
toma demasiado en serio. Por lo mismo, el texto –para mí- no debe ser matemático
ni sagrado, sino flexible: fluir líquido como la imaginación misma.
En
este sentido escribir desde twitter me ha significado toda una escuela,
particularmente para textos infantiles. Los ciento cuarenta caracteres exigen
esencia, construyen una economía despiadada de palabras que cincela el texto
dejando sólo lo que realmente queremos decir.
Mi
amigo el dragón se publicó originalmente desde mi cuenta de twitter, fueron trece
tuits entrelazados bajo ese artilugio que aprendí de los mexicanos José Luis
Zarate y Alberto Chimal: las microseries. El reto en estas es crear series de
microrrelatos que pueden ser leídos por aparte o en su conjunto a través de un
hilo común.
En
este caso el hilo común es la premisa –bastante universal- de un niño que tiene
un amigo dragón. A partir de la premisa yo me fuí preguntando como es ese
dragón, que cosas hace, que situaciones pueden vivir juntos. Y me hago pequeño
como el niño y me hago amigo de un dragón y voy tuiteando lo que voy viendo, lo
que va pasando.
Pero
luego me doy cuenta que no estoy jugando sólo yo, que cerca de ahí está Wen Hsu
Chen retratando lo que mira, jugando ella también, ya no con un dragón sino con
muchos dragones que a su vez juegan con muchos niños y niñas en una fiesta de
colores y texturas.
Y
de esos juegos nacieron bellas conversaciones, entre el texto digital y el
texto impreso, entre Nicaragua y Costa Rica, entre mis manos que digitaron una historia en un celular y las
manos de Wen que dibujaron, cortaron y pintaron un mundo de magia fantástica
que superó totalmente mi imaginación.
Mi
amigo el dragón es entonces un libro nacido de la libertad, de imaginar, de
crear, de conversar.
Gracias
Wen
Gracias
Libros para niños
Gracias
a ustedes
Alberto
Sánchez Argüello
Managua
14 Agosto 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario