Mildred
se sienta frente a mí y empezamos una charla contrarreloj, sin mayores rodeos
ni calentamientos, como si ya nos conociéramos, pero así pasa en la vida 2.0,
al menos para nosotros los que vivimos online.
Estoy
hablando de Mildred Largaespada, esa fuerza de la naturaleza que da vida desde Madrid -con su corazón sembrado en Nicaragua- al maravilloso blog de 1001 y un trópicos. Ahora, en Managua, yo no dejo respirar la mañana y le lanzo pasado, presente y futuro
como si no hubiese barreras entre ellos.
Me
dice que ella me lee, pero que a veces, cuando publico un texto de esos
siniestros se da cuenta de entrada y se detiene. Me pregunta que como puede ser
que con esta cara que tengo escriba esas cosas, yo me defiendo acusando la mala
influencia de Stephen King, que por supuesto es herencia de mi padre.
La
pregunta, sin embargo, se queda rondando mi mente y me pongo a pensar si no
habré caído en ocasiones en el lugar común de convertir la muerte y el horror
en el punchline de mis textos, un efectismo diría mi amiga ecuatoriana
Solange Rodríguez Pappe. Pero “Psicosis”, mi primer cuento, que data de 1990,
narra la historia de un hombre que mata a toda su familia y luego se suicida, para ese entonces yo tenía 14 años y aún no había leído ningún libro del autor del resplandor.
Puedo
inventarme muchas respuestas al origen de mis escritos perversos, pero sé que
la verdad está detrás de todos los silencios familiares, la suma de temores a
no decir aquello que corrompe la felicidad de postal que nos venden desde
niños, y en el caso de mi país, el cementerio de genocidios de derecha e
izquierda que fracturan la memoria de una sociedad que usa el silencio y el
olvido como mecanismos de sobrevivencia… esa es también mi herencia.
Para
mí el verdadero horror está en los cuartos oscuros en que familiares violan a
incontables niñas en nuestro territorio, en las mujeres asesinadas por hombres
que creen que son sus dueños, en los políticos y gobernantes que una madrugada
mandaron a golpear y aterrorizar a chavalos y chavalas que apoyaban
a un grupo de ancianos… en el turismo sexual de una ciudad colonial, en el
abuso perpetrado por religiosos, en el tráfico de chavalas hacia México y
Guatemala.
El
encuentro con esta gran bloguera que es Mildred Largaespada me hizo pensar pues
en el horror, al que trato en ocasiones en mis escritos, talvez es una forma de
canalizar eso que repta bajo la piel inconsciente de mi país, o talvez
simplemente repta dentro de mí.
Alberto
Sánchez Argüello
Managua
14 Marzo 2014
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