La procrastinación (del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro) o posposición, es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables.
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Ya llevo cierto tiempo hablando de mi problema de procrastinación y me doy cuenta que esto va en serio y que ya es hora de ponerle un poco de mente, por otro lado hacer un post de procrastinación en vez de avanzar en la lectura de un documento que tengo pendiente es en sí procrastinar, no tengo remedio.
Vamos a ver, yo me
acuerdo estar en primaria y copiar carteles en las clases de español y sociales
y no lograr terminar antes de que borraran la pizarra (en aquel entonces era
cosa de pizarras verdes y tizas) Cuando después salía mal en los exámenes por
no haber leído la información completa, se descubría que la razón eran las
ilustraciones que hacía en los márgenes de los cuadernos y más concretamente
los “marcos” de grandes manzanas con gusanos sonrientes en los que metía el
texto de las clases. El punto era que priorizaba los marcos antes que los
textos.
Mis dibujitos al
margen siempre de cuadernos y libretas han sido un buen indicador de mi nivel de interés en una clase o
conferencia, en una relación inversamente proporcional.
Lo mismo aplicaba
para los estudios y los exámenes. En algún momento lo que me salvó fue la
memoria; el estudiar “al tubo” que le decíamos en los ochenta, aprendiendo punto
por punto una lección a última hora para poder sobrevivir.
Pero luego, al estar
en vacaciones, cesaba de dibujar y pasaba a aburrirme como una ostra. La más de
las veces me enchufaba todos los muñequitos de la televisión (bellas
animaciones rusas e inicios del animé japonés entre otros) y alguno que otro
libro. Pero siempre que estaba en una cosa, estaba pendiente de otra, algo así
como una insatisfacción permanente o un deseo de hacer varias cosas a la vez.
Al estar estudiando
quería dibujar, cuando me ponía a dibujar quería leer, cuando me ponía a leer quería
ver televisión y cuando miraba televisión… bueno, cuando hacía eso muchas veces
me sentía culpable por estar de improductivo, pero igual me lanzaba mi dosis
frente al bulbo.
La cosa se puso buena
cuando empecé a trabajar. Para rendir bien me hice experto en inventar tareas,
eso sí, acordes a mi puesto y muchas veces de carácter innovador. Solo así
lograba no aburrirme; además me fui puliendo en el arte de hacer las tareas
asignadas rápido y bien; pero además me metí a trabajos que en sí fueran
creativos y sin una rutina laboral tan evidente: dar clases en la universidad,
asistente académico de postgrado, facilitador de talleres, oficial de programa
de incidencia y claro, la mejor de todas: consultor.
Ser consultor es para
mí el procrastinar laboralmente: todo tipo de trabajos de corto y mediano plazo
con todo tipo de organizaciones, cambiando continuamente de retos y
actividades. Así que al contrario de especializarme me diversifiqué.
Mientras tanto igual
seguí dibujando y también escribiendo, lo que me lleva a internet. Mi primer
contacto con internet en serio fue con Bacanalnica, el paraíso procrastinador
de los noventa. Me hice adicto a los foros literarios hasta que me salvó una
borrada que hizo no sé quien de buena parte de los foros y en protesta me salí
(bien por mí) Años después conocí Facebook y me volví a enganchar y claro, el
año pasado entré a twitter y fue el acabose.
Esa constante
necesidad de estar haciendo “otra cosa” que en los noventa se tradujo en
publicar ilustraciones en “El Azote” de La Prensa, luego artículos de opinión
El Nuevo Diario, la canalicé a blogs en el 2000 y mantuve un buen equilibrio
hasta que me inventé hacer microrelatos en el 2011.
El matrimonio de un
BB asignado, redes sociales y tiempo libre dio como resultado centenares de
microficciones saturando la nube; tantas que siento mi mente descolocada cuando
hago series de cuatro o cinco, que aunque sencillas en apariencia se asemejan a
la tarea de armar cubos de rubrik a velocidades cuánticas, armando y desarmando
configuraciones de palabras hasta alcanzar los 140 caracteres o menos que
permite Twitter.
Y bueno de un tiempo para acá me ha tocado estar más atento a la procrastinación porque los microrelatos se forman solitos en mi cabeza la mas de las veces y ya me veo tecleando el BB incluso manejando el jeep, chiva!
Mi mente vuela, a
estas alturas sé que es un rasgo mío, probablemente uno de los rasgos que me ha
permitido ser exitoso en prácticamente todos los trabajos que he tenido. Claro,
ese vuelo lo he aprendido a pilotar; es una especie de equilibrio dinámico
entre caos y orden en el que un propósito de vida claro y algunas pautas de
eficiencia y compromiso evitan que me vaya al abismo, aunque siempre coqueteo
con él abismo… es parte de ser un procrastinador empedernido.
Alberto Sánchez
Arguello
Procrastinando a las
muy 10:30am de un jueves.