La primera vez que visité peñas blancas fue en 1998, el año del Mitch. Caminé por el terreno que sería la base del Centro de Entendimiento con la Naturaleza y meses después fuí junto con Edgard Castillo y Marcos Agudelo a las laderas del Quilambé, en busca de bambusa guadua, une especie de bambú particularmente fuerte que serviría de bases para el Centro. En aquella época no tenía idea de que me encontraba en Bosawas.
Diez y seis años después
Camilo De Castro Belli me invita a la premier del documental “Canto de Bosawas” producido
por CaLé Producciones y Fall Line Pictures en alianza con Misión Bosawás y la
Fundación Dúo Guardabarranco.
El filme narra el viaje de Ernesto
“Matute” López, Isaac Weizer y Bob Sanders hacia Musawas, la capital del
pueblo Mayagna, en busca de grabar las voces y sonidos de la música Mayagna.
Las primeras imágenes me
transportaron a ese reino mágico de la nubliselva, con la neblina que difumina
las copas de los árboles gigantes y los sonidos de una nación de pájaros. Un
momento más para sentir esa perenne nostalgia por el agua fría y pura de miles
de cascadas y esos olores a musgo y bromelias que se te pegan a la ropa, y
sobre todo ese tiempo diferente de la montaña, en el que todo se detiene y se
vive de acuerdo a los ritmos del sol y la luna.
El documenta te hace viajar,
te lleva en avioneta, camión y panga, río abajo y río arriba, llenando la
mirada de verde y de mayagnas, los habitantes originales de estas tierras que
llamamos Nicaragua.
La narración es honesta al
mostrarnos los obstáculos y las voces de los aventureros, mezcladas con las de
los pobladores, permitiendo por un rato que se abra una ventana hacia otra
tierra: la de los que resisten a los colonizadores, la de los que tercamente se
aferran al bosque como si fuera su propia piel.
Me hizo falta escuchar la
voz de las mujeres, ni siquiera la historiadora del arte que acompañaba la
aventura tuvo participación en la narrativa, sólo el cántico de dos mujeres que
estremece al inicio da alguna razón de ellas en la filmación. Una pena.
Quisiera haber visto más de
aquella gente, pero el viaje tenía una misión y el filme la recoge con una
calidad impecable de fotografía y edición. Ojalá sirva como ventana para muchas
personas más y ojalá recordemos que todo está conectado, que el canto de
bosawas es nuestro canto también.
Alberto Sánchez Argüello
Managua 25 Julio 2014