lunes, 29 de abril de 2013

MI CUERPO




Por un buen tiempo viví contando mi edad en 18 años, no estoy tan seguro porqué, pero mi mente se resistía a entrar a los veintes. Y bueno, cuando se acercaban los 30 años me aterré, sentía como si una barrera del tiempo me acechara; una frontera que al franquearla me llevaría hacia lo desconocido: el lento, pero seguro proceso de ir envejeciendo.

Al final todo se reducía al temor más básico a la propia mortalidad. Me horrorizaba la idea de perder capacidades, sobre todo las mentales. Recuerdo alguna vez haber hablado con Manuel sobre un pacto suicida que evitara que llegáramos a la edad del Alzheimer.

Ya pasados los treintas mi edad se volvió difusa, pensar que tenía 18 era insostenible y empecé a alimentarme de los comentarios de la gente: usted no parece de 30, joven disculpe, ¿que va a querer muchacho?... Vivía mis miedos y vanidades desde mi interior, apreciando el cuerpo largo y delgado que los genes arguellos me trajeron desde la ciudad de León, seguro de que ninguna comida o falta de ejercicio eran capaces de hacer mella en mi figura.

Pero horror, pasando los 35 se empiezan a asomar zonas neumáticas, contenedoras de grasas que se asientan sin invitación ni previo aviso. ¿Qué le pasó a mi metabolismo acelerado? ¿Dónde quedó la supuesta hipoglicemia que mantenía todo en orden?

Mi cuerpo y yo nunca fuimos demasiado amigos, en principio le aborrecí durante décadas. El proceso de aceptación fue lento y accidentado y cuando finalmente alcancé el equilibrio le empecé a tratar, o mejor dicho, le seguí tratando a como trato al Land Rover año 1962 herencia de mi abuelo: sin agua y sin cuidado.

En ese sentido he sido fiel al arquetipo de la masculinidad latinoamericana, tratando mi cuerpo como una máquina que nunca se va a descomponer, haciendo caso omiso a dolores y síntomas de cansancio. Arquetipo que por demás está decir que es una soberana idiotez que sólo sirve para reducir la calidad de vida y enriquecer a las funerarias.

Hace unos meses atrás cayó en mis manos el “Diario de un cuerpo” de Daniel Pennac. Comencé despacio la lectura, por estar algo oxidado en el hábito de leer, confiado de acelerar más adelante; pero luego –a pesar de encontrar fascinante la lectura del registro de la vivencia corporal de una persona desde los 12 años hasta su último año de vida- seguí avanzando con la misma lentitud. Fue hasta llegar a los 50 años del personaje que entendí el motivo: no quería saber como era envejecer. Sin embargo me armé de valor y acompañé a aquel hombre textual hasta su muerte.

Reí con el libro recordando mi propia adolescencia y juventud y lloré con la muerte de sus seres queridos… le acompañé paso a paso en sus minúsculas intimidades como si se tratase del mejor amigo de mi vida. Nunca ningún libro me había acercado tanto a un personaje a la carne y hueso de la vida cotidiana. Y sin notarlo demasiado, sin tener tanta conciencia, algo cambió en mí. Me percaté de mis manos, de mi piel, de la piel de mis seres queridos, de sus brazos y piernas, de sus cuerpos y el mío. Mucha mente, muchas emociones, pero al final del día también somos esto: cuerpos que sienten, que dan, que reciben. Ahora sé y asumo que mi cuerpo tiene término, pero que el tiempo que tenga es para tocar y ser tocado, para sentir y hacer sentir… el cuerpo es para amar.


Alberto Sánchez Argüello
Managua 29 Abril 2013

lunes, 8 de abril de 2013

LEY 779

En el año 2012 La Asamblea Nacional aprobó la Ley 779, Ley integral contra la violencia hacia las mujeres, un proyecto impulsado por el movimiento de mujeres de Nicaragua. “La ley tipifica los delitos que en lo público y lo privado se comenten ejerciendo violencia contra las mujeres, en cualquier ámbito de la vida social o familiar. Se introduce el delito de feminicidio a la legislación penal nicaragüense y se penaliza ampliamente el ejercicio de la violencia física, psicológica, patrimonial, económica, laboral, el delito de sustracción de hijos e hijas y la violencia en el ejercicio de la función pública contra las mujeres. La ley establece las penas a los delitos nuevos introducidos y elevó las penas a los que estaban establecidos de previo”(www.enlaceacademico.org) En el 2013, un grupo de abogados interpuso recursos de inconstitucionalidad contra dicha ley. Entre los argumentos que contienen los recursos interpuestos están: Favorece arbitrariamente a un solo sector de la sociedad en detrimento del derecho de los hombres. Establece categorías muy amplias del sujeto a castigar (sujeto punible). No existe proporcionalidad en la pena con que castiga los delitos. Excluye la mediación, que es un principio de oportunidad. Viola el principio de igualdad porque a la mujer que comete los mismos delitos que el hombre se le aplica ley común y a los hombres ley especial. Viola el debido proceso porque autoriza notificar al hombre. Esto ha generado discusiones y artículos de opinión como el escrito por el abogado y notario, señor Valentín Barahona Mejía en el END el 27/3/2013, intitulado“Recursos por inconstitucionalidad contra Ley 779” El texto en cuestión apoya al grupo de abogados y pone en duda la validez de la ley, pero siguiendo la forma ilícita que plantea la dialéctica erística del arte de la controversia de Arthur Shopenhauer. En concreto se pueden ejemplificar dos estrategias utilizadas en el artículo de opinión para descalificar la ley y a las organizaciones de mujeres que la defienden. Cita del artículo “El panal ha sido alborotado; grupos radicales y extremistas llaman a plantarse ante la CSJ para coaccionar, intimidar y amenazar a magistrados; sin ética se insta recusar a la Sala Constitucional; embriagadas por el fanatismo acusan de agresores a ciudadanos que se oponen a la ley” Acá en vez de influir en el intelecto del lector(a) con razones, se influye en la voluntad por medio de motivos. Si a esto le sumamos las emociones (rabia, tristeza, etc.) tenemos un efecto mayor. ¿Y cuáles son los motivos que atribuye el señor Barahona a los(as) que promueven la ley? Cita textual: “El grupito anti-hombre está consciente que la Ley 779 tiene graves roces con la Constitución, pues contradice el principio de igualdad ante ley” Pues ni más menos que alguna especie de antagonismo totalizante hacia la masculinidad. Fijado el motivo (por el autor del texto) se puede descalificar cualquier argumento de este grupo, incluida por supuesto la ley 779. Esta estrategia se complementa al convertir al grupo de abogados en representantes de una cruzada, polarizando la discusión usando tintes éticos y emotivos: “Una vez en vigencia la ley, ciudadanos valientes y decididos, nadando contra la burda manipulación de grupúsculos minoritarios disfrazados de defensores de las mujeres, interponen recursos por inconstitucionalidad” Finalmente el texto procede de manera ofensiva, grosera y ultrajantemente; es decir, se pasa del objeto de la discusión a la persona del adversario(a), a la que se ataca de cualquier manera. El artículo llama a los grupos que apoyan la ley“grupos radicales y extremistas, sectores oportunistas, grupúsculos minoritarios disfrazados de defensores de las mujeres, grupito anti-hombre y movimiento fanatizado” Cien días desde que la ley entró en vigor disminuyó el número de mujeres que murieron a manos de sus parejas o exparejas, pasó de 64 en el 2011 a 55 en el 2012. Se registraron 115 mil denuncias interpuestas por las afectadas, mientras en todo el 2011 fueron 83 mil. Además, se registraron 1, 783 violaciones contra mujeres y niñas y en el 2011 la cifra total fue de 1,553 (LP 2012) Tomando en cuenta estas cifras me parece necesario que cualquier debate sobre esta ley sea de altura, respetuoso y sobre todo coherente con un principio fundamental: que no haya ni una mujer o niña, asesinada, violentada o violada, ni una más.