lunes, 13 de abril de 2015

DE REGRESO A TU ASTEROIDE HERMANO



Iniciaba el año escolar de mil novecientos noventa y ocho cuando Jorge tocó a la puerta de mi oficina. Otro chavalo más que se suma a la moda de ir a hablar con el psicólogo pensé. Era inútil que les explicara que yo sólo atendía primaria y que ellos podían buscar a mi colega, mejor acreditada para atender a los estudiantes de secundaria del nicaragüense francés y con más experiencia que la que poca práctica clínica que mis veinte dos años me permitían.

Era inútil porque ellos sólo querían conversar, sentarse en la silla metálica y dejar caer sus pies encima de mi mesa. Que fue exactamente lo que hizo Jorge mientras me miraba con esos ojos alucinantes que parecían querer devorar el universo y sus alrededores. Él quería saberlo todo, hablar de todo, parecía increíble que tanta energía pudiese habitar un cuerpo tan espigado.

Un par de años, después de haber renunciado para dedicarme a unos estudios de posgrado y vuelto a trabajar otra vez en la escuela, esta vez como psicólogo de todos los niveles, me lo volví a encontrar, como parte de una generación de jóvenes excepcionales, brillantes, llenos de vitalidad y de una especie de formalidad que me parecía tan extraña al compararla con mi forma caótica de hacer las cosas.

Pasaría mucho tiempo antes de volver a ver a Jorge, para entonces yo estaba de docente en la Universidad Centroamericana y me topé en la televisión con un rostro familiar. Para mis adentros pensé: ¿y qué hace ese chavalo del colegio hablando de defensa del consumidor? Pero claro, ya no era sólo Jorge, ahora era Jorge Rooseess.

Desde entonces no le perdí la pista y volvimos a encontrarnos muchas veces, igual que aquella primera vez en la oficina del psicólogo del colegio Nicaragüense Francés: queriendo hablar de todo, queriendo saber de todo.

Él decía que yo era su psicólogo, para mí era más como un hermano menor, alguien a quien has visto crecer, con una energía única, ansioso por comerse al mundo, mientras te preocupas si no irá demasiado rápido, un hermano al que tratas de aconsejar y que a pesar del enorme respeto que te tiene, en el fondo sabes que da igual, que vivirá su vida a su ritmo porque esa es su naturaleza.

Aún no sé cómo reaccionar ante la muerte, olvidaron programarme con las instrucciones correctas. Peor si es alguien tan joven, tan infectado por la vida que lo imaginaba inmortal… pero como es sabido nadie es inmortal.


Así que sólo quiero imaginar que Jorge ha regresado a su asteroide, ahí donde podrá seguir conversando sobre el principito y la rosa, para siempre.


Alberto Sánchez Argüello
Managua Nicaragua 13 Abril 2015