martes, 26 de noviembre de 2013

OLVIDAR


Yo vivo para adelante, es decir que camino sin mirar para atrás. Por eso cuando se dan reencuentros con ex compañeros de trabajo o gente con la que estudié, se me hace algo difícil voltear la cabeza para situar a esa persona. Normalmente lo que veo es una neblina densa con algunos retazos de recuerdos y a veces simplemente no hay nada ahí.

Después de algunos años he descubierto que es más que un mal hábito, ahora sé que he vivido por períodos, algo así como reinvenciones de mí mismo que han intentado borrar las anteriores.

Luego resulta que mucha gente me conoce y recuerda de una forma que ya no existe. Lo bueno es que las personas encuadran sus miradas detrás de sus preconceptos y raramente se dan cuenta de los cambios que se han operado en los demás, bueno, más allá de los cortes de pelo y de vestuario.

Olvidar tiene sus bemoles, además de no recordar a mucha gente que me saluda y la sensación incomoda de compartir espacios con personas que te muestran afecto sin que yo sienta lo mismo; también se olvidan lecturas, técnicas y herramientas que uno había logrado dominar; a veces me encuentro como novato en cosas que se supone ya superé. Aunque me queda el consuelo de estar en un constante aprendizaje.

Andrés Perez Baltodano menciona mucho eso de que en Nicaragua se olvida, que nuestra historia está llena de momentos en que se prefirió pasar la página y avanzar colectivamente hacia un futuro, amnésicos y sin culpas.

El problema es que el olvido va de la mano del silencio y el silencio va de la mano de la impunidad.

También sucede que al olvidar como país se pueden repetir las mismas dictaduras y pasar por las mismas guerras como si fuera la primera vez.

Como sociedad me doy cuenta que también olvidamos los abusos sexuales, las violaciones, las agresiones políticas, los robos, los fraudes…

¿Será que lo mío es un mal social? 

No sé cómo dejar de olvidar.

Tengo miedo de que Nicaragua siga olvidando y repita los horrores de su historia. Tengo miedo de olvidarme de mí mismo.


Alberto Sánchez Argüello
Managua 26 Noviembre 2013
(días antes de que la constitución de la república sea reformada)


miércoles, 20 de noviembre de 2013

MI IDENTIDAD



La tercera edición del festival de Blogs de Nicaragua trajo el tema de la identidad al mundo virtual. A mí no me apasionaba para nada el tema, me sonaba ajeno, demasiado abstracto, como aquel juego de docentes de psicología que te preguntan quién sos y uno va respondiendo nombres, oficios, atributos y ellos te van desmontando el discurso hasta quedar en nada.

Y entonces pasó que  mi organización sufrió una severa reestructuración presupuestaria y a cinco colegas y a mí, nos pasaron un preaviso de dos meses. Y pues, más allá de lo duro que es quedar en el desempleo, me di cuenta que mi curriculum era tremendo para impresionar a la gente por todo lo que he hecho, pero que no les deja para nada claro que es exactamente lo que hago.

De repente el tema del #BlogsNi se volvió mi tema: ¿quién diablos soy profesionalmente? Y no es cualquier cosa preguntarse eso a los treinta siete años, cuando se supone que uno ya debería ser un profesional consolidado, especialista en alguna cosa productiva, con valor y prestigio social y todas esas cosas que un adulto responsable debe aspirar alcanzar.

Me cuentan que cuando yo era niño, ante la pregunta ¿qué querés ser? yo respondía "eskimero" imagino que motivado más por la gula que por vocación laboral. Años más tarde pensaba que sería un ilustrador de comics y tengo el recuerdo vivido de mi madre, que me encontró dibujando en un álbum de esos que traen dibujos y cuadriculas para copiar. Yo le mostré mi primer boceto y ella me dijo que para que estaba haciendo eso, que yo podía hacer mejores dibujos: los míos.

Aquella idea de ser original caló en mí, y fue una invitación a explorar dentro de mí las ideas, las inspiraciones y eso hice. Al mirar dentro de mi cabeza siempre encontraba algo, como un sombrero de mago sacaba de ella cuentos, dibujos, juegos. A veces parece que se termina pero luego hay algo ahí que bulle por salir y yo lo jalo para afuera, como si fuese algo vivo, que se escapa de mí.

Al final estudié psicología porque parecía ser la carrera con el mayor área de ambigüedad y misterio posible (me planteé estudiar parapsicología pero no quería irme a México) Imaginé un magno futuro en la psicología clínica, con barba, diván y toda la parafernalia psiconalítica, pero un antropólogo matagalpino se interpuso en mi camino y giré rápidamente hacia los extremos de la psicología social y después de ahí al abismo de las consultorías y múltiples trabajos tan dispares como docencia y seguimiento técnico de proyectos  de formación profesional en turismo.

En medio de toda esa búsqueda incesante de estímulo intelectual y el gusto por tomar trabajos que asumí como acertijos por descifrar, seguí dibujando y escribiendo y monté muchos blogs, primero en aquella comunidad ya extinta llamada geocities y en esta nueva encarnación de la web en blogger. Y es en esos post de cuentos, textos biográficos e ilustraciones donde yo puedo ver claramente que soy todo eso, que mi identidad no la puedo resumir en un término de especialidad.

Por eso no puedo escoger entre psicólogo, consultor organizacional, facilitador de procesos, escritor e ilustrador. Lamentablemente para mí, el mercado laboral es miope y le cuesta vernos de forma integral, demanda la especialización.
  
Una buena amiga, Coralia Guerra, dedicada al coaching me ayudó recientemente a definirme bajo el concepto de especialización y me he bautizado a mí mismo como un Especialista en Gestión del Cambio personal y organizacional, con énfasis en liderazgo, cultura y comunicación.

Mi cuerpo se resiste, no me siento cómodo etiquetándome, me siento como un artículo de supermercado. Pero debo afrontar la realidad: el mercado laboral no anda contratando a especialistas en imaginar.

… Pero aún guardo la esperanza de que algún día lo haga.

Alberto Sánchez Argüello

Managua Noviembre 2013

lunes, 18 de noviembre de 2013

LA OSCURIDAD



¿En qué momento poblamos la noche de monstruos?


A las siete me mandaban a acostar, era tiempo de dormir porque al día siguiente tocaba levantarse temprano para la escuela. Yo iba obediente. Mi padre me daba las buenas noches y apagaba la luz. A partir de ese momento mis oídos dibujaban el mundo exterior: los pasos de mis padres, el abrir y cerrar de la refrigeradora, y el televisor, con esos programas que sólo los adultos podían ver y que yo llenaba de imágenes en mi mente.

Una o dos horas después, me alzaba sigiloso de la cama de madera que mi padre había diseñado para mí. Enfundado en el mameluco nocturno, mis pies se deslizaban sin ruido por los ladrillos rojos, hasta llegar a la sala, a unos pocos pasos de mi cuarto. Ahí miraba a mi padre sentado ante los capítulos de los vengadores, la serie original de los ochenta, o con algún noticiero o comedia. A mí me daba igual lo que fuera, lo importante era la gloriosa sensación de estar viendo lo prohibido, sin ser atrapado.

Y sucedió que se me llenó la cabeza con las imágenes de vampiros y otros monstruos que atravesaron la pantalla prohibida una de esas noches. Yo ya temía a la oscuridad, pero a partir de aquella ocasión di forma concreta a mis temores: en poco tiempo imaginé que los vampiros merodeaban mi cama, otros seres de manos verdosas acechaban desde abajo a la espera de mis pies; un ser de cuerpo como derretido y de ojos plateados, dormía en el cuarto de la señora de limpieza; y seres peludos, en parte mono, en parte lobo, se colgaban de la cumbre de las acacias  del patio trasero.

Si me daba sed corría hacia la refrigeradora y escapa hacia mi cuarto de las sombras que sabía que venían detrás de mí. En mi cuarto, me ocultaba bajo las sabanas, respirando con dificultad en aquellos calores infernales de managua, pero seguro de que así lograría que los vampiros no mordieran mi cuello, ni los monstruos me arrastraran fuera de mi mosquitero. 

Nunca hablé de los monstruos, menos aún de aquel gigante de oscuridad, que cada cierto tiempo, salía desde el cementerio central, a buscarme a mí; obligándome a quedarme quedito, con la almohada sobre mi cara, mientras aquello avanzaba despacio desde las tumbas hasta quedar pegadito a mí, tratando de sentirme a través de la pared del lado del patio.

Por años, cuando mi padre apagaba la luz, yo quedaba solo, con todos mis monstruos en la oscuridad. 

... Y sobreviví.

Alberto Sánchez Argüello
Managua Noviembre 2013


miércoles, 6 de noviembre de 2013

MI PADRE



Los gigantes habitan nuestros cuentos, son horror y fantasía que destruyen pueblos con sus pies o bien ayudan a los héroes a enfrentar dragones escupe fuego y travesías imposibles. Yo también tuve mi gigante, un hombre que me alzaba contra la pared mientras cantaba el sapo y la rana se fueron a casar, un ser moreno que contrastaba con el blanco pálido de mi piel, un ser que soportaba mis patadas en el comedor y me mandaba lavar las manos antes de comer.

Luego fui conociendo al gigante, descubriendo sus libros en los estantes que ocupaban toda la casa, viéndolo dibujar planos durante la noche, cocinando pollo asado los domingos, escuchando sus ideas sobre ovnis y visitas extraterrestres descritas por Erick Von Daniken.

Luego el gigante se fue haciendo pequeño. Se achicaba cuando le gritaba a mi madre; perdía fuerza las veces en que me tocaba ayudar a arrastrarlo a su cuarto cuando había tomado de más. Hasta que ya no fue mas un gigante, se convirtió en una sombra que leía y miraba televisión, una sombra que me había dado como madre a un monstruo mutable, y le odié por eso.

Y era mi madre lo único que existía entre nosotros. Las palabras pasaban a través de ella como una bisagra. Ella era nuestra mediadora y nuestro muro de contención.

Hasta que un día ella murió.

Y poco a poco, lo pude ver otra vez, sin la oscuridad de mis rencores, sin la rabia de la vida que no escogí, sin el sentimiento de traición de haber percibido que me había dado la tarea de cuidar a mi madre, como si yo fuera su pareja.

Ya no fue una sombra.

Y lo abracé.

Volvió a ser mi gigante y yo me convertí en el suyo.

Alberto Sánchez Argüello

Managua Noviembre 2013